Los sistemas más seguros pueden venirse abajo por una brecha en el dispositivo menos pensado. Esto es lo que ocurre con el Internet de las Cosas, ya que el imparable aumento de los objetos conectados incrementa las posibles vulnerabilidades a través de objetos como simples cafeteras, aspiradoras, televisiones...

Actualmente hay una media de 5,4 dispositivos conectados por hogar, pero las previsiones apuntan a que en 2021 esta cifra subirá hasta los siete. Por este motivo, podemos contar con una contraseña inquebrantable en nuestro rúter o el mejor antivirus en el ordenador, pero si la seguridad de cualquier dispositivo conectado falla se compromete toda la red.

El último informe de ciberseguridad de la compañía We Live Security señala que “a medida que el Internet de las Cosas conectadas innecesariamente se vuelve menos evitable, crece la superficie de ataque, con dispositivos en red y sensores integrados en elementos y contextos inesperados: desde routers hasta heladeras y medidores inteligentes, desde televisores hasta juguetes, desde centrales eléctricas hasta estaciones de servicio y marcapasos. Como todo se vuelve más inteligente, aumenta la cantidad de servicios que pueden verse afectados por el malware”.

Debido a ello, es necesario lograr que IoT obtenga unos niveles de protección mucho más férreos, si bien esta es una tarea que engloba a muchos de los actores de la cadena de compra, desde el fabricante hasta el propio usuario: la seguridad pasa por usuarios más conscientes, fabricantes más preparados, mejores regulaciones y redes y protocolos más fiables.

En este escenario entran en juego diversos factores que pueden ayudar a que el Internet de las Cosas alcance unos altos estándares de seguridad a medio plazo. Entre ellos destacan el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea, el blockchain, la inteligencia artificial o la colaboración entre empresas.

REFERENCIAS

El futuro del Internet de las Cosas es la seguridad (Nobbot)